Irvin Correa Galicia
Av. del Peñón, 355
3er lugar
Creo que para mi es muy significativo entender cómo me siento en los lugares que pinto, reflexionar sobre la experiencia sensorial que conlleva habitar/transitar/encontrarme en esos lugares, es una suerte de psicogeografía dónde el espacio afecta directamente mi estado emocional y mental, todo cuenta, o mejor dicho, todo llama; los aromas, los sonidos, la luz, la temperatura, el acompañamiento de otras personas. Mientras transito con los pies recorro con la mirada, busco en los pisos forrados de cerámica y concreto ¿De qué más está hecha una ciudad? busco en el cielo cortado por cables y postes de luz, y en los escombros de todo tipo de autos que transitan las avenidas, ¡Una imagen! sólo eso quiero, como si la estuviera cazando entre la inmensidad de eventualidades, y de hecho, no es casualidad que cuando la encuentro pueda reconocerla fácilmente, y si, digo re-conocer con toda la intención de convencerme que esa imagen ya existía primero en mi cabeza, sólo tenía que ir a buscarla…y cuándo aparece, severamente atrayente y evocativa, quiero reconocerla desde todas las miradas accesibles, me agacho, me acuesto, me levanto de puntillas, me detengo, para darme cuenta los lugares son testigos de nuestra existencia, son como un testimonio silencioso de lo que hacemos y de lo que no hacemos, de quiénes somos; los espacios que habitamos/transitamos/sentimos delatan nuestros hábitos y nuestra vida colectiva…Desde hace algunos años he tomado al paisaje urbano como motivo y modelo para mi producción plástica, me interesan principalmente aquellos sitios que parecen desatendidos y decadentes, esos que se niegan a desaparecer y se resisten a ser olvidados; intento explorar la ciudad como un ser vivo que se mantiene, por así decirlo, en constante muerte y resurrección. Al mismo tiempo, trabajar el paisaje urbano se ha convertido en una manera de homenajear la memoria de mi bisabuelo, quién según anécdotas de mi abuela, fue pintor. No lo conocí, sino por medio de dos paisajes que conserva en su sala un pariente lejano, dos paisajes hechos con ramitas, hojas secas, piedrecillas y un poco de pintura. Mi bisabuelo sacaba sus materiales del suelo campesino de Guanajuato, yo recupero un poco de su proceso creativo recogiendo del suelo citadino algunos objetos-desperdicios que luego de intervenirlos se convierten en mis herramientas de trabajo: como un rodillo hecho con un tubo de lunetas m&m´s o una espátula hecha con un blister de pastillas. La idea es construir el paisaje urbano con objetos que fueron encontrados en el mismo paisaje (el cuadro de la fotografía fue pintado así)...Como escribí antes, la ciudad es resistente, pasa de desperdicio a herramienta, del olvido a la memoria, de muerte a resurrección.